Miyu 8
Mi presentación como geisha fue un éxito total, esta feo que yo lo diga, pero hemos dicho que diríamos la verdad.Yo estaba bellísima con mi kimono carmesí; el color resaltaba el blanco de mi piel. Fui el centro de atracción de todos los asistentes y la envidia de otras geishas.
En adelante era requerida en todas fiestas y reuniones que se preciaran en importancia, pues a ellas acudía la alta sociedad conejil de Kyoto.
Cuando llegamos a casa Madan me hizo sentar en un cojín de seda ella se quedó de pie en sus dos patitas de atrás. La verdad es que Madan tenía un empaque y una elegancia sin par, en sus tiempos fue la geisha más cotizada de todo Japón.
-Miyu, ha llegado la hora de presentarte a tu protector.
-Ya me había hablado sobre eso Madan ¿Cómo es mi protector?.
-Es un caballero conejo muy importante.
-No me refiero a su estatuto social, si no como es como conejo.
-Ya tu sabes que hay conejos que tienen cierto parecido con los cactus su apariencia externa es dura y agresiva, pero en el corto periodo que dan flores puedes ver un alma bellísima a esa clase de conejos pertenece tu protector. A parte de su estatus social tampoco `puedes tener queja, es el medico personal del Emperador.
-Madan ¿Yo estaré preparada para tan alto protector?
-Si Miyu lo estas solo tienes que poner en practica todo lo que aprendistes y recordar siempre, siempre que por muy bella que seas, que lo eres, por mucho que sepas tratar los temas de los que tu protector quiera hablar contigo el mejor regalo que puedes hacerle es tu discreción y saber escuchar, no solo oír ¿me has entendido Miyu?
-Si Madan, espero no decepcionarlos a ninguno de los dos.
-Estoy segura de que lo vas a conseguir. Tú eres una conejita bella por dentro y esplendida por fuera. Ahora vallamos a descansar mañana tienes que estar radiante para la presentación con tu protector.
-Buenas noches conejiles Madan.
-Buenas noches Miyu.
La mañana siguiente fue trepidante, desayuno baño con sales relajantes, aceites aromáticos.
-¡Esto es el colmo!- gritó enfurecida Lucrecia-; una coneja bañándose con agua y no sé cuantos potingues. ¿Dónde se ha visto tamaña atrocidad?
-No te enfades Lucrecia, si lo llegaras a probar verías que es algo delicioso
-Yo ni muerta.
-Martina por favor –aseveró Charo –, deja ya de interrumpir.
-¡Hala! Ya me callo.
Volvió a tomar la palabra Miyu.
-Después del polémico baño, me perfumaron, maquillaron, peinaron… Por cierto, el peinado de una geisha puede tardar horas y horas en realizarse por eso cuando duerme la cabeza nunca posa sobre la almohada, sino sobre el cuello, dejando la cabeza totalmente al aire.
-¡Ala!-exclamaron todas a coro.
-Ni que decir tengo que acostumbrarse a dormir así es muy duro, pero la disciplina todo lo puede. Lo último de todo fue que vistieron para esa ocasión; Madan había escogido un kimono azul eléctrico, con adornos en las bocamangas. Yo estaba nerviosísima, los bigotes no dejaban de temblarme Madan se dio cuenta y me ofreció un vasito de sake, pata de coneja santa, y me tranquilice de inmediato. En el reloj de salón dieron las siete en punto y en ese momento sonó la campanilla de la puerta. La doncella de Madan salió presurosa a abrir. En el umbral de la puerta apareció un señor conejo elegantemente vestido de riguroso negro.
-Pase, pase, por favor, excelentísimo sr.conejo- dijo Madan inclinando la cabeza.
El aludido entró sin despegar los labios.
-Tome asiento, por favor-rogó Madan.
-Gracias estoy bien así.
Desde que le vi en el umbral pensé en lo que me había dicho Madan, era como un cactus, grande, tieso, con grandes pinchos ¿Cómo podría aceptar a un protector tan poco asequible?
Madan rompió mis pensamientos de golpe.
-Miyu, éste es el Excelentísimo sr. Yanamola .
Me adelanté un poco, hice una leve inclinación de cabeza. Todo mi cuerpo temblaba como una hoja al viento.
-Alza la cabeza Miyu, quiero contemplarte.
Cuando alce la vista hacia él, al mirar sus ojos negros y penetrantes vi la flor de que me había hablado Madan .Su mirada desprendía bondad y una gran paz, esa debía ser el alma del sr. Yanamola como la flor del cactus.
-¡Qué bonito! –exclamo Charo -
-Déjate de romanticismos y vayamos al grano-dijo Martina.
-¿Qué grano?-pregunto Adela- o me he perdido algo de la historia o yo no veo un grano por ninguna parte.
-Coneja tonta de las cuatro patas, lo del grano es una manera de hablar.
-La coneja tonta de las cuatro patas serás tú por hablar de esa forma.
-Vale ya de discusiones que no nos llevan a ninguna parte-sentenció Beatriz.
-Otra tonta de las cuatro patas, pero si estamos en la reunión y no queremos a ninguna parte-contestó Charo toda llena de razón y luego se dirigió a Miyu con un gesto indicándola que prosiguiera su relato.
-Pues, como os iba diciendo, aquel señor conejo me impactó. Los días que fui pasando a su lado me iban mostrando su alma noble, su inteligencia, en fin, me fui enamorando como una coneja del romanticismo. Él a su vez me colmaba de regalos, era cariñoso y dulce como yo jamás había podido imaginar. Pero en la vida no son todo rosas, hay espinas, y cuando se clavan duelen sobre todo las que se clavan en el alma.
-¿Y a ti se te clavaron Miyu?- preguntó Adela
-Por supuesto que si. Un día el emperador llamo al sr. Conejo Yanamola a su presencia, no por que necesitara consulta medica, si no para comunicarle que le había encontrado entre la nobleza del Japón, una señorita coneja instruida, bella, y de moral intachable para concedérsela como esposa.
El emperador ,como era de esperar, estaba enterado de que era mi protector, por lo que en un paréntesis en su exposición de los hechos, hizo prometer al sr. Conejo que lo nuestro acabaría.Él tuvo que prometer al emperador que así sería, rompiendo su corazón y el mío.
Cuando yo me enteré por el mismo Yanamola, quise morir, pero al mismo tiempo vi una gran tristeza en sus ojos, y aquel conejo tan duro para algunas cosas no pudo evitar que dos lágrimas se escaparan de sus ojos y humedecieran mis hociquitos. Madan se deshacía en atenciones conmigo, pero yo sabía que ahora tendría que buscar clientes para pagar la deuda contraída con ella. Mi vida no tenía sentido, lloré y lloré hasta que decidí que pondría fin a mi vida…
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Laura -
Cayetana -