El eco de sus pasos resuena en mis entrañas. Es un gigante.
Es el alma engrandecida que ensordece el murmullo de mis voces.
Camina decidido, aún sintiéndose dudar al fondo de ese pasillo…tras esa puertecita oscura que alguien llama “Recuerdo”.
-He de sentir miedo- pensé. Y lo siento.
Hay en sus dedos cierta magia cual locura.
En el seno de sus labios se crea la palabra prodigiosa. La palabra exacta. La palabra precisa.
De sus venas mana el arte en ríos atormentados.
Su mente, dicen, es un reguero de luz.
Del corazón…
Del corazón se hizo un ensayo inconcluso. Un cuento de esos que el poeta no supo terminar. –Aún queda tiempo- pensaría Él.
Un coro de grillos canta tras su estela. Cientos de almas le observan, quizá absortas. Quizá.
Se respira humo en el ambiente. Humo denso. Humo verde. Quizá verde.
Humo fragmentado en pensamientos.
-Quién hilvanaría ahora un verso, a su sombra…-
A la sombra de un grande. Mis ojos se cierran.
El deseo de huída a veces crecía.
Sus ojos parecían ausentes, perdidos en ese mundo que sólo Él conoce.
Ese mundo de Ideas. Ideas con mayúscula; porque sólo esa clase de luces iluminan el mundo que reposa en los estantes.
Sonríe. Se sonríe.
La sala permanece atestada, pero no más que un alma que late acelerada en sus insignificantes ideas, en un tic-tac que marca el rumbo al estallido.
-¿A quién le importa lo que yo piense, lo que yo tenga que decir y quizá gritarle al mundo?-.
Mis manos se aferran a sus palabras encuadernadas. He recitado su obra mil veces. Y lo peor, cruel castigo divino, deliciosa herida….que también la he sentido.
He padecido de sus manos, no sólo el dogma…sino la caricia. Le he sentido tan real, tan cercano…
Y ahora mírenle. Miradle. –Está tan lejos…-.
En el fondo conozco a ese gigante. Gigante. Gigante. Gigante.
En el fondo creo adivinar súbitamente lo que piensa. Lo que siente. O quizá no. –Cuánta duda-.
Cómo acercarme. Cómo hablarle. Cómo decirle. –Cuánto miedo-.
En el fondo, a veces pienso que es tan sólo alguien más, que corretea por el mundo como yo…en busca de esa Vida. Vida con mayúsculas, porque sólo la plenitud puede convertirse en lema.
Es un heredero del 27. Un hijo de la gran puta que fue la poesía, en los tiempos en los que esa Virgen vestida de letras fue prostituída o censurada.
-¿Qué pretendo? No lo sé-. Y esa sombra cada vez se hace más grande. Y su estela…su estela cada vez más seguida.
Y yo sólo soy, lo que los límites que me puse me dejaron ser. A su lado, eso poco no será nada.
-Quizá debas resignarte- dice una voz lejana a la mía. O quizá fuera yo.
Vuelve a mí ese verso. Un verso de una palabra…bonita sí, pero amarga.
-Pequeña.-
Como un niño en busca del guiño de su ídolo. Así soy a su vera…
Y el que se anunciaba que sería grande, fue Gigante.
Y sus pasos se fueron; con su eco, como dije, resonando en mis entrañas.
Porque hasta sus palabras, sin quererlo, parecían hablar de lejanía…De esa lejanía que hay entre el suelo y el cielo, de ese abismo estúpido que yo creía ser la única que imaginaba existir, entre dos mundos de letra y dulzura, de amor y locura, de dolor y belleza…de tanto.
Y Él fue –tanto-, y yo me sentí –tan poco-.
Pero ¿y ahora?
Y ahora que comienza a brotar en mí una tímida llama, una escuálida lumbre que acecha a esa sombra amenazándola con el fin.
Y ahora que ese fuego, tímido, empieza a surgir levemente…y anuncia arder tanto, arder tan alto…como esa madeja de lenguas que es el Sol…
Y ahora, que quizá, quizá y sólo quizá, deba temer de mi una llamarada que haga tambalear el reflejo que aún, sin querer y sin saber, me veo.
Y ahora…y ahora que empieza a haber tanto brillo en mis ojos y tanta esperanza destellando como una sonrisa que centellea, desde el cielo, tendiéndome una mano para que suba a ver el mundo desde las nubes.
Y ahora…y ahora que mi estela empieza a hacer carreras de luz con sus ojos…
-¿He de sentir miedo?- pensé –Quizá no -.
Esa luz. Esa luz de vela… iluminaba poco a poco la zona de la sala en la que permanecía observándole.
Quizá esa luz…no sea Gigante. Pero porque quizá, esa luz mía…luz tímida, luz de vela…no se pueda medir…
El eco de unos pasos resuena ahora en Sus oídos.
Y ese día, los ojos del poeta parecieron temerosos….