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Rincón literario

Sola

Cuando se van, cuando se alejan en bandadas, llevándose consigo el calor, el jolgorio y la alegría, tan sólo queda una pequeña figura rodeada de retazos de momentos, de instantes inconclusos en el tiempo. Todos ellos, amigos, colegas o compañeros intermitentes de juergas, tal vez, tienen a alguien con quien regresar; mientras que ella acaba, como siempre, perdida entre los brazos de su eterna compañera, la atronadora soledad.
Suele preguntarse, en estas madrugadas mezquinas de azufre y llanto, qué fue lo que la llevó a su situación actual. Supone que la culpa fue del momento en el que decidió dejar de sentir. No pretende que nadie lo entienda, pues dejar de sentir no es una decisión que se tome todos los días, como elegir el postre o girar a la izquierda o a la derecha. Tampoco es, como muchos piensan, dejar de estremecerse al escuchar una canción, de sonreír en los días soleados o de vibrar con cada retumbante trueno. No, dejar de sentir es más complicado que todo eso.
Sucedió que un buen día decidió cortar su corazón de un solo tajo, sin miramientos, para luego arrojarlo muy lejos, donde ya no pudiera oírlo. Fue entonces cuando dejó de sentir, cuando dejó de amar. Para cualquier persona que haya gozado alguna vez del amor esta idea probablemente le resulte una auténtica aberración, el delirio de un demente; tan terrible les es esa idea como a ella la de resignarse a continuar amando en un corazón casi aniquilado por tantísimos remiendos. Desde su punto de vista, dejar de amar era la manera más sencilla de sobrellevar su existencia.
Ahora, sola con el eco de sus pasos, trata de recordar el por qué de sus desdichas pasadas. Hace años que no siente más que un vacío hueco en su interior. No siente ningún tipo de apego hacia nadie en particular, pero se encuentra completamente libre de los horribles llantos, las interminables noches sin dormir, los suspiros anhelantes que la acosaban en el pasado. Le sorprende, es verdad, como siempre le ha ocurrido, observar cómo el resto de la humanidad parece encontrar en el amor un sentimiento maravilloso, el mejor de los estados, la felicidad que completa sus vidas. Quizás esa sea la diferencia entre ella y el resto del mundo, pues sus recuerdos del amor son los más hirientes, los más angustiosos que un alma pueda albergar. Era ardor y era tormenta, eran huracanes. Y no los resolvía nadie más que el llanto, el tiempo, y un nuevo zurcido en esa máquina de los horrores a la que llaman corazón. Era tortura inyectada en vena; no un arcoíris, ni mariposas, ni ninguna de esas naderías que tantas veces le habían descrito.
Su vida es mucho más sencilla, infinitamente más tranquila desde que tomó su decisión. Sin embargo, la soledad eterna deja mucho tiempo para pensar, y en estos momentos sus pensamientos rebuscan en los recuerdos de sus desgraciados amores, como si en ellos vieran una fuente de esperanzas. Sí, puede que fuera más sencillo todo, pero el frío en el pecho, el rincón vacío que debiera estar latiendo y encendiendo pasiones absurdas, hace que se pregunte si no hubiera merecido más la pena seguir sintiéndolo, aunque fuera dolor en estado puro, aunque la consumiera viva. Porque al fin y al cabo, las pasiones eran el motor del mundo, y el amor, aunque no fuese perfecto, lo que asesinaba a la soledad. Porque quizá, tras todo ese sufrimiento, algún día podría haberse encendido una pequeña luz de esperanza.
Al fundirse las madrugadas en vela y comenzar a brillar el sol de la mañana, la soledad, ovillada siempre en el centro de la habitación, la pregunta qué le apetece hacer ese día. Hoy, mientras palpa la cicatriz invisible de su pecho, tiene muy clara su respuesta.
- Hoy…hoy me apetece morirme de amor.


Nuria

2 comentarios

Vicente -

No conocía esta faceta de tu escritura: qué bien analizas el interior de un sentimiento, parece como si lo cortaras y se pudiera ver por dentro, con sus ciudades y sus caminos, con sus praderas y sus esquinas más mugrientas.,
Qué maravilla, Nuria

Laura -

All I want to do is find a way back into love...
(No sé por qué, pero se me acaba de venir a la cabeza, tenga o no que ver con lo de arriba).

Siento no poder escribir nada, de verdad. Hay frases con las que todos nos identificamos demasiado...
Pero bueno, eso no quita que esté escrito de forma sencillamente brillante y que leer cada texto que escribes sea un verdadero placer.
Un beso, y un abrazo muy fuerte.
Te quiero.