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Rincón literario

Los Guardianes del Saber

Aprovecho esta ocasión para agradecer los comentarios de El Asesino de Halloween y anunciar que la segunda parte está en camino y que dentro de poco podréis volver a deleitaros con grandes dosis de sangre, vísceras, decapitaciones y demás; esta vez con mucho más misterio y suspense. Esta relato que os presento ahora, se me ocurrió mientras estaba tranquilamente escuchando música y sin pensarlo dos veces me puse a escribir como una máquina. La historia es un tanto extraña, hay cosas que incluso no las comprendo ni yo, pero como la literatura está hecha de cosas incomprensibles, mucha fantasía y gran pasión por escribir, lo dejé así. Aunque esta parte es muy corta, estoy seguro de que ya se me ocurrirán cosas para crear buen ambiente para la historia. Espero que os guste.

 

 

 

1. Unos sucesos extraños

Hace años que sucedieron estos hechos que voy a relatar. Me llamo Daniel Márquez y actualmente vivo en Valencia y trabajo como historiador. Hay veces en que la gente no comprende que me guste tanto mi trabajo, ya que mi principal afición es viajar de cuando en cuando al extranjero para estudiar manuscritos de antiguas civilizaciones, propiedad de algunos millonarios jubilados sin otra cosa mejor que hacer en la vida, o de viejos colegas de la universidad deseosos de encontrar la ciudad de El Dorado o similares. Volviendo al tema principal, en la época en que se sucedieron estos acontecimientos, yo tenía quince años, vivía en Madrid y era un muchacho lleno de sueños y fantasías imposibles, como todo adolescente, pero aún no era consciente de que yo sería el protagonista de una de esas historias de fantasía, y de alguna que otra de amor, que tanto me entusiasmaban.

Todo comenzó el 26 de abril de 2008. Era un día frío, a pesar de la reciente llegada de la primavera, y el cielo estaba nublado. Me dirigía a casa tras salir de clase; volvía con mis amigos, Carlos y Juan; me despedí de ellos en una esquina y continué el camino solo. Al cabo de un rato, advertí que dos tipos me seguían desde que me había despedido de mis amigos; uno era bajo y tenía el pelo muy corto; el otro era alto, con el pelo más largo y de complexión más fuerte. Calculé que ambos debían de tener algo más de veinte años. De vez en cuando les oía susurrar pero no distinguía lo que decían, aceleré el paso, doblé dos esquinas y entré en el portal del bloque de pisos en donde vivía, con la certeza de que había perdido a los tipos que me seguían. Subí a mi casa y tras saludar a mis padres y contestar al insulto que mi hermano Luís me dedicaba por costumbre cada vez que llegaba, miré a la calle a través de las rendijas de la persiana del salón. Como me temía, los dos hombres estaban abajo, en la calle, ahora acompañados por un tercero que a simple vista parecía ser mayor que los otros dos. Reconozco que cuando vi a esos tres hombres charlando y mirando atentamente el bloque, me acojoné bastante, además, justo cuando iba a ir al baño pues me estaba literalmente cagando de miedo, observé que los tres llevaban en su pecho un pequeño símbolo, casi minúsculo, de un libro protegido por una espada dorada, cosa que llamó mi atención y que me propuse investigar, pero tuve que dejarlo para más tarde pues antes debía atender la llamada de la naturaleza.

Durante los siguientes tres días, también sufrí la incómoda persecución de aquellos tipos, había buscado el dibujo de su pecho en enciclopedias y preguntado a mis familiares, pero a ninguno le sonaba de nada. El cuarto día, comprobé asombrado y algo preocupado, que esos tipos ya no me seguían, y después de comer fui a la casa de mi abuelo para preguntarle sobre el símbolo del libro y la espada, pues mi abuelo era la mayor colección de enciclopedias jamás vista, cualquier cosa que le preguntases la sabía. Durante la guerra se había tenido que ocultar durante seis meses en el sótano de la casa derruida de un hombre rico al que habían matado, y como no podía salir por miedo a que lo mataran, se dedicó a leer toda la colección de libros de historia que había en aquel sótano. Subí las escaleras a buen ritmo deseando que mi abuelo supiera algo sobre los símbolos y temiendo que cuando leyera aquellos libros se hubiera saltado la línea que hablaba sobre ellos.

-Hola, abuelo -dije nada más entrar.

-¡Hola, Daniel! -me contestó alegremente- ¿qué te trae por aquí?

-Pues, quería preguntarte una cosa.

-Lo que quieras, dime, ¿qué es?

-¿Habías visto alguna vez un símbolo compuesto por un libro y una espada dorada?

- ¿Un libro y una espada?

- Sí, la espada estaba colocada encima del libro, como si lo estuviera protegiendo.

-Ahora que lo dices, creo que lo he visto antes pero no sé dónde -dijo pensativo- te prometo que intentaré averiguar en dónde lo he visto.

-Gracias, abuelo.

Salí de la casa y me dirigí al parque para seguir jugando un campeonato de fútbol con Carlos, Juan y algunos amigos más. Llegué allí en pocos minutos y tras estar no más de media hora jugando, Carlos, dijo en voz baja:

-Mirad, esos tipos del banco nos llevan vigilando desde que llegamos.

-Tienes razón -contestó Juan- no nos han quitado el ojo de encima.

Mis amigos tenían razón, al girar la cabeza pude comprobar que los hombres que me seguían desde hacía días estaban allí. Una sensación de temor empezó a hacerse presente en mi pecho. Seguimos jugando durante una hora más, y después nos sentamos en el suelo para descansar. Entonces vi la situación en la que me encontraba, miré a un hombre que vendía cupones y descubrí en su pecho el libro y la espada; me giré para ver a la gente que estaba en el pequeño bar del parque, también allí había gente que tenía el símbolo en el pecho. El corazón me palpitaba muy deprisa y estaba a punto de salírseme del pecho.

-Oíd, tengo que irme, mañana os veo -les dije a mis amigos, y acto seguido comencé, primero despacio y después casi corriendo, a caminar hacia mi casa; los hombres con el símbolo cada vez eran más numerosos y aparecían siempre por la calle que iba a tomar, hasta que llegó el momento en que me vi totalmente rodeado y sin salida.

-¡Qué narices queréis de mí! -les grité antes de que el miedo invadiese mi cuerpo- lleváis días siguiéndome.

-Ven con nosotros -dijo el tipo bajo al que ya había visto con anterioridad.

-¡No, no me da la gana!

-Chaval, vendrás con nosotros, ya sea por las buenas o por las malas -dijo entonces el otro tipo más alto, que acto seguido dio un paso a mi alzando la mano a la altura de los hombros.

A partir de entonces no recuerdo nada, sólo que oía voces que decían:

-¿Seguro que es él?

-Si, no hay duda.

-Parece demasiado joven.

-Los otros dos también lo son.

-Es exactamente como Ella lo había descrito.

-Además, la marca ha aparecido en él.

Cuando desperté, no sabía dónde estaba, hasta que leí un cartel que decía:

“PASILLO 17 - HISTORIA DE LA MÚSICA”

Entonces miré a mi alrededor y pude comprobar que estaba en la biblioteca, ¿qué estaba haciendo allí?, sólo recordaba que unos tipos me habían secuestrado y una conversación sin sentido. ¿Qué significaba lo de que era demasiado joven? ¿Quién era Ella? La cabeza me daba vueltas. Estaba sudado y olía mal. La nueva bibliotecaria que estaba sustituyendo al señor Torres, pues éste había enfermado con gripe una semana atrás, me miraba con una expresión de odio, como si detestara verme en ese estado, pero no se preocupó por mí, ni siquiera me preguntó si me encontraba bien. Me sentía cansado y sucio así que fui a casa y me di una buena ducha; pero al salir y secarme no podía creer lo que veía en el espejo, un libro y una espada se habían dibujado por arte de magia en el lado derecho de mi cuello. Durante un buen rato me quedé mirando el dibujo sin hacer nada, hasta que oí la llamada de mi madre para cenar, me puse rápidamente el pijama, con el cuello de éste me tapé como pude el símbolo y salí a cenar.

-¿Qué hay para cenar? -le pregunté a mi madre.

-Tortilla francesa -me respondió- por cierto el abuelo ha llamado y dice que mañana quiere que vayas a su casa, creo que te tiene que decir algo.

-Ah, vale -respondí intentando ocultar la impaciencia que ahora se apoderaba de mí.

Me senté en una silla de la cocina y me puse a cenar de inmediato. Me gustaban muchísimo las tortillas francesas, indudablemente era lo mejor que habían inventado los franceses, por eso me la comí rápido y me fui a acostar. Tardé bastante en dormirme, no podía quitarme de la cabeza todo lo que me había ocurrido en los últimos días.

Jesús G L

6 comentarios

Alatriste -

¡Uf, cuánta intriga! Resulta fascinante y creo que te vas a superar. Tu historia tiene muchas posibilidades y estoy seguro de que la vas a resolver muy bien. Te espero

Quevedo -

Extraordinario relato. Confío en que pueda leer muy pronto esa segunda parte; me has dejado intrigado. Estoy contigo: la tortilla francesa es lo mejor que han inventado los franceses. Un verdadero puntazo entre tanta tension.

Laura -

Me gusta, tiene pinta de ser una prometedora historia de aventuras. A ver como sigues, que igualar o superar las primeras partes es todo un reto (y si no que se lo digan a los guionistas de cine y a lo mucho que meten la pata con sus continuaciones XD).

Cris Xococrispip! -

¡Muy chula tu historia! Tienes que colgar prontito la segunda parte, ¿eh?, que nos has dejado intrigados...

Nuria -

Me gusta mucho, a ver si subes pronto la próxima parte, que me has dejado intrigada.

LauraS.P -

Absolutamente genial
Me ha mantenido en tensión hasta el ultimo segundo, me muero de ganas por saber mas^^