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Rincón literario

El Asesino de Halloween

O s presento a un nuevo escritor entre nosotros. Es un alumno de este año y creo que va a merecer la pena ver cómo evoluiona.

Vicente       

La historia que les voy a contar no es ficción, sino que es real, tan real como las personas que la vivieron en su propia piel y que no llegaron a poder contarlo. Yo soy una de las dos únicas personas que conseguimos sobrevivir a aquella noche de Halloween. Mi nombre es Lucas y este es el relato de nuestra aventura en esa solitaria casa de campo aquella oscura noche de Halloween de hace siete años.

 

         Todo comenzó un martes, faltaban tres días para Halloween. En el instituto en general, pero más concretamente en la clase de 3º B todos estábamos deseando de que llegara esa noche en la que nos divertíamos tanto y nos acostábamos tan tarde. En clase ultimábamos los planes entre nosotros armando un gran alboroto, los disfraces que llevaríamos, los lugares a los que iríamos… Todos estábamos muy emocionados ante la idea de ir toda la panda junta a pedir chucherías, pero más aún por asustar a los de 1º. Las clases pasaron muy deprisa tal vez porque casi no dejamos que los profesores impartieran su asignatura. A la hora de la salida mientras charlaba con mi amigo Miguel, Alberto se nos acercó y preguntó:

 

- Eh, ¿al final a que hora hemos quedado el viernes?

- A las diez en el parque -le respondí.

- Vale, pues hasta luego -dijo mientras se alejaba.

 

         Seguí con la vista su trayectoria, hasta que mi mirada se topó con la de Irene, me puse en un momento rojo como un tomate muerto de vergüenza al ver que se me había quedado mirando también y desvié rápidamente la vista de ella para hacer como si no pasara nada.

 Había conocido a Irene en 1º de ESO cuando ambos comenzamos el instituto. Me había gustado desde el primer momento, pero yo como siempre tan cobarde cuando se trataba de amores nunca me había atrevido a decirle lo que sentía por ella. Por culpa de mi cobardía, otra persona había ocupado el lugar que yo deseaba en el corazón de Irene. Se llamaba Enrique y era más mayor, más alto, más fuerte y por supuesto mucho más imbécil que yo. No lograba comprender como a Irene, esa chica tan hermosa, podía gustarle un cretino como Enrique. Yo, ya había abandonado toda esperanza de que Irene se fijara en mí. Asqueado por ver a Enrique rodeando con sus brazos la cintura de Irene me marché rápidamente intentando convencerme de que nunca Irene estaría conmigo. La terrorífica noche de Halloween que se avecinaba sin que ninguno de nosotros lo sospecháramos me demostraría lo equivocado que estaba.

  

         El miércoles y el jueves pasaron con rotunda normalidad y sin percances exceptuando las ahora curiosamente habituales peleas en los recreos. En una de ellas Pedro, Félix y Jorge se vieron implicados al plantar cara a los típicos chulos. Para sorpresa de muchos, mis amigos salieron ganando, pues en vez de dar golpes al aire como esos chulos, ellos buscaban puntos donde hacer más daño, y con un par de golpes a cada uno los redujeron. Eso sí, al final todos tuvieron una sanción y una desagradable visita de sus padres al tutor.

 

         Finalmente llegó el viernes. Pedro, Félix, Alberto y yo llegamos puntuales al parque con nuestros respectivos disfraces y nos sentamos en un banco a esperar a los demás. Al poco rato llegó Miguel y unos cinco minutos después llegó Jorge, que había al fin logrado convencer a sus padres para que lo dejaran salir, pues estaba castigado por la pelea en el instituto. Una vez todos juntos nos encaminamos por las calles llamando a las casas y consiguiendo caramelos y demás golosinas. La gente era bastante generosa, pero encontramos muchas viviendas a las que ya habían acudido nuestros queridos compañeros de 1º, así que nos vengamos persiguiéndoles durante un buen rato. Cuando nos empezamos a aburrir dejamos la persecución para continuar pidiendo caramelos. Hasta que en un piso despertamos a gritos al hombre que vivía allí y nos lanzó un cubo enorme lleno de agua fría como el hielo. Acabamos empapados y tuvimos que ir a nuestras casas para cambiarnos y ponernos ropa normal pues los disfraces acabaron tan empapados como nosotros o más.

 

         Nos volvimos a reunir en el parque, pero ya no sabíamos qué hacer. Pensábamos que la diversión había terminado, y en realidad así era. Hasta el momento en que Miguel vio a lo lejos la silueta de la vieja casa de campo que había a las afueras del pueblo y tuvo una fatídica idea.

 

- Tengo una idea genial, ¿por qué no vamos a la casa aquella? -dijo señalando al oscuro edificio.

- ¿Para qué?, ahí no hay nada que hacer -protestó Félix.

- Pues para hacer algo, me aburro.

 

         Los demás asintieron y siguieron a Miguel hasta la casa. A mí me daban escalofríos cada vez que dirigía la mirada hacia aquella casa, y desde el primer momento supe que no debíamos ir allí. No sé por qué ni qué me hacía pensar que no debíamos acercarnos a aquel lugar, pero así era.

 

- Esperad -les llamé- creo que no deberíamos ir.

- ¿Por qué? -me preguntó Miguel- ¿Tienes miedo de una casa en ruinas?

- No es eso es que… hay algo que me dice que no debemos ir allí.

 

         Se tomaron mi respuesta a risa y empezaron a entonar un “Lucas es un cagao de mierda nana nana nana” no lo pude soportar y me vi obligado a ir con ellos. Aunque hacía una buena noche, mientras íbamos por el camino que conducía a la casa comenzó a hacer frío y viento, y las nubes que se habían mantenido alejadas durante el día se adueñaban ahora del cielo. “No tardará en empezar a llover” pensé, pero ni siquiera eso haría cambiar de opinión a mis amigos así que continuamos hasta la casa. Era un caserón grande, con una fachada envejecida por los años. Una parcela rodeada por una valla de madera rota y podrida guardaba la entrada de la casa. Nos acercamos a la puerta y comprobamos que estaba entreabierta, la puerta se abrió con un sonido tétrico cuando la empujamos. El interior estaba oscuro, en la parte derecha del recibidor había una escalera que llevaba al piso superior, una lámpara “araña” cubierta de polvo colgaba del techo del recibidor. El suelo de madera crujía a nuestro paso, de repente escuchamos a alguien que gritaba:

 

- !Lárgate! -gritó la persona entre sollozos- déjame en paz.

- !Quién anda ahí! -gritamos en tensión.

 

         Nadie contestó. Únicamente se oían sollozos. Con pasos inseguros nos acercamos al lugar del que provenían. Entramos en lo que debió de ser el salón de la casa. Todo estaba sucio y lleno de polvo, las cortinas estaban rasgadas y algunas ventanas rotas. También una mesa de madera grande y lujosa se situaba en el centro de la estancia. En un rincón descubrimos el origen de los sollozos. Irene estaba acurrucada, con el rostro desencajado. Nos miró y la miramos, percibí al ver sus ojos que algo muy malo había pasado. Nos acercamos a Irene y nos agachamos junto a ella para que nos contara qué le pasaba. No pudo articular palabra alguna, tan solo pudimos ver con asombro y terror sus manos manchadas de sangre.

 

- !Por Dios, qué te ha pasado! -pregunté aterrado.

- Lo… lo ha… ma… matado -respondió ella llorando.

- !Qué! !A quién han matado! -volví a preguntar.

 

         No respondió, señaló hacia un lado de la habitación y descubrimos el cuerpo sin vida de Enrique. Su cuello estaba lleno de sangre. Lo habían degollado. A todos se nos heló la sangre ante aquella escena.

 

- ¿Quién lo ha hecho? -preguntó Miguel tratando de mantenerse sereno.

- Ese hom… hombre -en su rostro se había dibujado una expresión aterradora y señaló hacia el recibidor.

 

         Por la puerta de entrada pasaba la luz de lo que parecían ser los focos de un coche perfilando casi perfectamente una silueta alta y delgada. La silueta sostenía en la mano un objeto, en seguida me di cuenta, al igual que todos los demás de que era un cuchillo. Nos pegamos a la pared sin saber qué hacer. La silueta comenzó a andar hacia nosotros, caminaba de un modo extraño, como si le costara hacerlo. Pero aunque pareciera eso, no era verdad. Estábamos paralizados, pero en el último momento salimos corriendo por un lado tirando del brazo de Irene, que nos siguió. Casi todos. Félix no había salido corriendo, el miedo lo había paralizado y el individuo se acercaba cada vez más a él. Hasta que mi amigo, sin poder moverse, cayó al suelo, muerto. Esa persona le había clavado el cuchillo en el corazón. El individuo se giró y nos miró desde las sombras. No estoy seguro, pero creí advertir una sonrisa maliciosa en su rostro. Había disfrutado matando a Enrique y a Félix. Nos dirigimos hacia la puerta para huir, pero ésta se cerró de golpe antes de que llegáramos. Nos quedamos estupefactos, nadie había tocado la puerta, ni siquiera habíamos llegado a ella. Subimos al piso de arriba haciendo crujir los escalones a nuestro paso. Alberto pisó demasiado fuerte en un escalón y lo rompió, quedando su pie atascado. Jorge se paró para ayudarle a salir. Fue en balde. Cuando los demás llegamos a arriba vimos sus cuerpos decapitados sobre la escalera. La silueta del desconocido sujetaba las cabezas de mis amigos por el pelo a modo de trofeo. No me lo podía creer, el espanto se reflejaba en nuestras caras. Aquello no podía estar sucediendo, toqué la barandilla de la escalera para asegurarme de que no estaba en una pesadilla. Reaccioné cuando Miguel me cogió del brazo, estuve a punto de decirle que me soltara, pero el desconocido estaba subiendo la escalera dispuesto seguramente a matarnos también. Corrimos hacia una habitación y nos metimos dentro, bloqueamos la puerta con sillas y muebles en un desesperado intento de detener el avance del asesino. Estábamos tensos, notaba el pulso en las sienes y temí que me estallaran. Escuchábamos los pasos de nuestro perseguidor en silencio, de momento un golpe en la puerta nos aceleró el pulso. Tras eso descubrí a Irene abrazada a mí. No dije nada, aunque no fuera la mejor ocasión, sabía que Irene tenía miedo, y aunque yo también lo tenía no quise decir nada. Después de eso, el silencio se adueñó del lugar. Hasta ese momento no nos habíamos dado cuenta de que había empezado a llover. No sé cuánto tiempo permanecimos allí, inmóviles.

 

- Creo que ya se ha ido -dijo Pedro con voz temblorosa.

- Pienso que deberíamos salir -dijo Miguel a continuación.

- ¿Estáis locos? -preguntó Irene acelerada.

- Tenemos que bajar -le expliqué- desde abajo podemos intentar huir de nuevo.

- Pero… -su rostro se había ensombrecido- si nos atrapa…

- Somos cuatro contra uno, nos enfrentaremos a él.

 

         Ella asintió y comenzó a ayudarnos a quitar los muebles de la puerta lo más sigilosamente posible. Antes de salir me cogió la mano. La suya estaba fría, pero a pesar de ello no se la solté. Los cuatro salimos de la habitación, no había rastro de ese tipo por ninguna parte. Yo miraba con desconfianza las sombras, seguro de que nos estaría vigilando y rezando para que me equivocase. A estas alturas supongo que os habréis preguntado por qué no usamos los móviles. Mientras estábamos en la habitación lo habíamos intentado, pero no había nada de cobertura. Y hablando de móviles, a Pedro se le olvidó el suyo en la habitación y volvió para recogerlo. Y entonces ocurrió algo que nos dejó sorprendidos y aterrados, un grito desgarrador nos advirtió de que algo no iba bien. Cuando llegamos a la habitación encontramos a Pedro estrangulado. Pero el asesino no estaba allí. La ventana estaba abierta supusimos que el asesino habría huido por ahí, pero caímos en la trampa. Miguel se acercó a la ventana y cayó desplomado hacia atrás. No tenía ninguna herida aparentemente, pero sus ojos… eran como si les hubieran arrebatado la vida. No aguanté más y agarré a Irene para largarnos de allí de una vez por todas. Bajamos con decisión los peldaños, los cadáveres de Alberto y Jorge habían desaparecido. Seguimos bajando las escaleras sin dejar de mirar el lugar en el que antes se encontraban los cuerpos. Al no mirar dónde pisaba, colé un  pie en el agujero de la escalera. Los dos nos sentamos para intentar sacar mi pie de allí, y entonces ocurrió. La puerta de entrada s abrió dejando pasar un potente haz de luz de los focos del coche que suponían había fuera. Una silueta se fue haciendo visible mientras se acercaba a nosotros. Mi pie no salía del agujero, así que abracé a Irene esperando que aquel hombre nos matara a ambos. Pero en contra de lo previsto Irene consiguió sacar mi pie de ahí. El hombre estaba ya muy cerca, en aquél momento no pensé nada, quería salvar a Irene así que me abalancé sobre el asesino de mis amigos derribándolo, pero aún así no logré verle la cara. Lo entretuve el tiempo suficiente para que Irene saliera corriendo de la casa y entonces la seguí dejando a quienquiera que fuese tirado en el suelo. Corrimos y corrimos sin descanso hacia el pueblo cogidos de la mano, sin mirar hacia atrás. La lluvia nos estaba empapando, pero de pronto me sentí feliz, feliz por haber salvado a Irene de aquel asesino de la noche de Halloween, feliz por haber salido vivo. Pero no podía olvidar que todos mis amigos habían muerto allí dentro. Cuando llegamos al final del camino dirigimos una mirada a la casa, en la puerta de entrada el desconocido también nos estaba mirando con esa sonrisa malvada. Hasta ahora no nos habíamos fijado en que allí no había ningún coche. Corrimos un poco más hasta que tuvimos que parar para recuperar aire. Entonces Irene se acercó y me dijo:

 

- Gracias por haberme protegido de ese tipo -comenzó a acercarse- has sido muy valiente.

- No hay de qué -respondí yo.

 

         Y entonces me besó. Sé que las circunstancias no eran apropiadas, pero así fue. Nos besamos bajo aquella lluvia incesante. Tal vez porque teníamos miedo o tal vez porque en realidad ella si que estaba enamorada de mí.

 

         Avisamos a la policía esa misma noche, fueron a la casa pero allí no hallaron ningún cadáver, pero sí restos que afirmaban que habían estado allí. En cuanto al asesino, nunca fue encontrado. Algunas veces he tenido la sensación de que me estaba observando desde algún lugar, dispuesto a matarme en cuanto pueda. Siempre el mismo día, la misma noche, la noche de Halloween.

 

JESÚS G.L.

 

 

5 comentarios

Vicente -

Para ser el miembro más joven del blog has tenido un gran éxito
Sigue así, Jesús.
(Ah, quiero conocer a Irene)

Laura -

Me gusta la temática, eso sí, la próxima vez más gore XD
Seguiremos tu evolución muy de cerca, joven padawan.

Nuria -

Muy buena historia, Jesús.
Me gusta mucho como escribes; estoy segura de que con el tiempo nos dejarás alucinados.
Espero que nos dejes leer más cosas tuyas
Un beso

Cris Xococrispip! -

Está bastante bien!!Sigue así!

Ana Molinero -

¡Por Dios ! ¡Qué escalofriante!, y mira que dejarnos con la intriga... este comienzo se merece una segunda parte, a mí me gustaría saber el por qué de esa matanza, no nos dejes así...