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Rincón literario

La lluvia

Se resistió a volver a mirar bajo la rendija. Otra vez no, no podía, ya sería demasiado. Trepó a la cornisa y subió al tejado. Era de noche, las calles estaban oscurecidas por un manto de tiniebla que asfixiaba los suspiros hasta eliminar cualquier brizna de aire. Las nubes se agolpaban por conseguir espacio sobre la metrópoli. Pronto rompería a llover, y las aguas torrenciales arrastrarían los sentimientos, convirtiendo a la población en seres vacíos. Lo cierto es que era así desde que tenía memoria. Cada cierto tiempo, las grandes nubes del oeste regresaban cargadas de una lluvia inusual. Esta, de un color violeta y bastante llamativo, salpicaba en las esquinas y en las fuentes, bañaba a vagabundos y noctámbulos, y se colaba por los recovecos del entramado hasta llegar a rozar la piel de la persona más desprevenida.

Era un ritual al que todos y cada uno de los habitantes debía someterse. Al percibir los primeros truenos y vislumbrar los relámpagos, la muchedumbre se acumulaba en las calles y los espacios abiertos, todos dispuestos a bañarse en esas peculiares gotas. Raro era quien se escondía de ella, quien tramaba arriesgados planes para eludirla y salir inmune a sus efectos, a sus preciados y terribles efectos…

No era una tormenta corriente. Cada gota poseía un poder extraordinario, algo que ningún científico había logrado analizar con favorables resultados. La lluvia era capaz de evaporar los sentimientos y vaciar de emociones a los seres vivos.

Por eso era tan especial. Todos ellos, personas angustiadas, infelices, e incluso satisfechas con su existencia, acudían al encuentro con el fenómeno y se dejaban llevar por el efecto. Así, cuando la tormenta cesaba, se encontraban con una nueva existencia por delante, redescubrían sus gustos, aparcaban sus odios, se enamoraban de nuevo como si nada antes hubiese ocurrido…

A la mayoría le entusiasmaba empezar de nuevo, pero unos pocos intentaban resistirse y conservar sus recuerdos con cariño, y no vacíos, como los de los demás. Ellos preferían aguantar el dolor con tal de recordar lo que sintieron al ver su primera puesta de sol, al bañarse en aquel río helado con sus amigos una fría noche de invierno, al recibir su cálido y tierno primer beso…

Miró al cielo, se acercaba el momento. Bajó sigilosamente del tejado y apreció que la luz se había extinguido de la rendija. Entonces regresó al interior de la vivienda y cruzó silenciosamente las escaleras en dirección al sótano. Sus padres no recordarían la emoción de verla tocar el violín en la orquesta, sus amigos sentirían indiferencia hacia los buenos ratos del pasado verano, el chico de gafas que la sonreía cada día al pasar por la librería no sentiría lo mismo… Pero ella prefería conservarlo. No le importaba cargar con sus malos momentos con tal de recordar los buenos.

Advirtió la presencia de los relámpagos y los truenos, y el suave repiqueteo de las gotas contra el cristal de la cocina. Su familia estaría fuera, por suerte ella tenía una coartada para que no reparasen en su ausencia y no la obligaran a salir. No, otra vez no. No soportaba la sensación de sentirse vacía, no era la liberación de la que hablaban todos, no, era un sentimiento de indefensión y soledad extrema, como si todas las ilusiones hubieran sido absorbidas y durante unos instantes el mundo se tornara gris.

Diluviaba. Pero ella se acurrucó contra la pared y cerró los ojos. Y lentamente se dejó llevar por el sueño, segura de que, ante todo, nunca perdería el toque de color de la historia de su vida.

Laura

7 comentarios

Nuria -

Bueno, hermosa, ya llego con mi comentario largo para que no te quejes xD. Simplemente quería decirte que me alegro muchísimo de que nos dejes compartir contigo lo que llevas dentro con estas historias tuyas...aunque me haya costado muchísimo que te atrevas, y sigas diciendo que escribes mal ( algún día te pegaré por mentir tanto, malvada), creo que todo lo que escribes es tan fantástico como tú. De una mente como la tuya sólo pueden salir cosas maravillosas, aunque te empeñes en pensar lo contrario.
Besitos y a seguir escribiendo!

(por cierto, Jesús, lo de "pequeña" es algo cariñoso, nada en especial ^^)

Anónimo -

Un Friedich muy humano, demasiado humano. Cánto me alegro que nos dejes mirar por ese rendija tu enorme caudal de recuerdos y sensaciones
Vicente

Guille -

es magnífico. masoquismo vitalista extremado a la superación

Jesus -

Es precioso Laura, y también le hace a uno pensar. ¿Sería yo capaz de permitir que me borraran todos los sentimientos obtenidos de las experiencias vividas? Seguramente no. Pues eso que es precioso y muy profundo. Por cierto, una pregunta para los demás, ¿por qué le llamáis "pequeña"?

Cris Xococrispip! -

Me encanata, pequeña Lau!!
Muy propio de una psicóloga en potencia como tú...
Y sí, conozco gente a la q no le importaría perder sus recuerdos, pero yo creo q será horrible perder, además de los malos momentos tantos buenos momentos con la gente a la q queremos o queríamos... No nos lo merecemos ni nosotros ni ellos...
Me ha encantado...^^
Tk locaaaa!!xD

LauraS.P -

Preciosa y conmovedora...
Yo tampoco querrñia desechar mis vivencias pasadas por muy tristes que fueran...perderíamos la personalidad
Muy filosofica y profunda^^

Nuria -

Me encanta, pequeña nietzsche. Mañana te pondré un comentario digno de tan fantástica escritora y pensadora.