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Rincón literario

Arte

Él camina entre las luces de los focos, focos que figuran sombras deshilachadas en las paredes; lo hace con miedo, con fuego en el pecho, con las piernas entumecidas del frío del no saber ni qué ni cuándo ni dónde, pero con deseo, con un deseo inconsciente, el mismo que le ha llevado a estar allí, un lugar que de un vistazo parece no ser el suyo, pero que cada vez le resulta más familiar, como si fuera un sueño que ha vivido antes, una inspiración infantil que ahora llega a su fin.

 

Se respira en aquella gran sala salteada de butacas el humo de tabaco especial que distingue a los artistas de los banqueros, un olor a humo que gusta en el paladar y que te lleva a lugares remotos donde pasan cosas maravillosas y que sólo la pluma de un prodigio es capaz de escupir en forma de letras, palabras, frases, un humo que te nubla los ojos, pero no te hace toser, sino viajar, no te martillea la mente, la hace elevarse a lo más alto, donde los sentidos se juntan para dar paso a sensaciones que no pertenecen a este mundo, unas sensaciones de cálido sopor que conducen a un clímax que pocos pueden percibir...él sí sabe de qué se trata, él ha viajado, ha subido entre cielos y mundos, entre nubes y poemas, hasta llegar a lo más profundo.

 

Las mangas rudas de las chaquetas de los hombres que allí están chocan contra él, sin saber sus dueños que ellas hacen todo por impedir el paso del caminante, que hipnotizado por los sonidos que llegan a sus oídos sigue impasible como marinero que escucha el canto de la sirena, aun sabiendo que va directo hacia las rocas. Su paso alterna el convencimiento y la timidez, preso de la contradicción que late en ese instante en sus venas. Éstas, que están a todo palpitar en las sienes, se lían y deslían en el cuerpo caliente como los nervios en el estómago encogido.

 

En su frente se desliza un sudor frío...ladea la cabeza...

 

Por fin le encuentra. Moméntaneamente, como con miedo, lleva su mirada cortada en sangre a la carpeta que lleva entre las manos, disimulando ante el azar. El Grande está allí, subido al tablado, frente a la primera fila de butacas, como si de un momento a otro las fuese a sermonear. A su lado vuelan dos moscones con bigote, pajarita traje y anillo en el dedo, a los que él, por supuesto, no escucha. Ha pensado que solo estarán hablándole a El Grande de dinero, pues tienen pinta de banqueros, y El Grande puede prescindir de ellos, no necesita de sus gordos cuellos ahogados de corbata o de sus relojes que miden sus horas de monedas. El Grande se sirve únicamente de sí mismo, de ver el vuelo de las mariposas, de observar las caídas de sol, de saborear pitillos y amargo café, de escuchar correr el agua de la fuente de un jardín que huele a jazmín y a rosas, y cómo no, de su pluma, fiel aliada y compañera que juguetea entre sus dedos.

 

Él también lleva una pluma...siempre la usa, bueno, no siempre, sólo en los momentos que en su interior emanan como de una mágica fuente vidas y paseos, destinos y rebeliones, viajes y personas que él mismo se imagina y crea. Y es en esos momentos cuando acaricia su pluma y de ella salen todas esas cosas en forma de maravilla, porque, para qué la modestia, él sabe que para sí mismo son maravillas. Y para él sólo esos momentos merecen llamarse momentos, son vida. Lo demás, lo demás sólo son ratos, trozos de tiempo que los relojes de los banqueros pueden medir, pero que a él solo le sirven , por rechazo, para valorar los momentos de verdad.

 

Y él está seguro de que al Grande le ocurre igual...es fácil, él nunca lleva reloj, no le interesa el tiempo, tonto y absurdo, pues con ver cómo sale el sol cada mañana es capaz de guiarse entre el tiempo indefinido, e incluso traspasar esa consciencia e inventarse un tiempo nuevo y distinto.

 

Con todo el esfuerzo de su alma, ésa que ansía llegar hasta El Grande, sube la escalinata de tablas de madera que le lleva al escenario, y las oye crujir a cada una con su propio sonido, como si ellas mismas supieran, y lo comentaran, que están a punto de presenciar la conexión, la suma, la unión entre El Grande y el que camina con zapatos y sonrisa de grande.

 

Las miradas despiadadas de los banqueros le acechan como balas de furia en la niebla mientras el humo se difumina en el rayo de luz del foco, que ahora le calienta la frente, y le hace sudar nuevamente.

 

Con sus manos de escultor se abre paso entre los otros, que le cubren el cielo como si de cuervos negros se tratasen, y él todavía alberga la posibilidad de que El Grande no se haya esfumado, como el humo, por entre los focos, a su castillo de perlas blancas, si no que permanezca ahí, apresado por el destino, aunque sea sólo por un momento, como si las butacas, atentas a su discurso, le pidieran más, y más, y más.

 

Y así es. Allí sigue. De hecho El Grande le ha visto como águila que busca a su presa, ojo avizor percibe el torbellino de redes y destellos que en sus ojos se arremolinan. Le recuerda a algo...hace años...cuando entró en un teatro...y vió lo que decían las butacas, y sintió en sus ojos la misma sensación...Cuánto tiempo ya de eso...Sin pensarlo dos veces El Grande se despide de las butacas con mirada divertida, espanta a los moscones y le encarga a sus caballos que sigan removiendo el espeso ambiente de la sala coceando mientras se dirige hacia él flotando.

 

Su garganta no existe, se ha enredado con su lengua como un cervatillo a una rama, y no sabe respirar, no es capaz de soltar aliento alguno, pues El Grande se acerca. Se estremece...Sí, está claro cuál es la manera de El Grande, ni falta ha hecho el acercarse con súplica, la montaña se ha movido como arena hacia los brazos del que pide.

 

Un cruce de miradas...si todos los que allí están fueran capaces de ver ese cruce de miradas...Es como el chocar de dos espadas, y es entonces cuando las tablas del suelo chirrían para aquietarse, y las butacas callan, y los caballos se amansan...sólo los dos entre tanta gente insulsa; El Grande agachándose para dar de comer a su paloma...las plumas de ambos se saludan como perros y hacen el amor; los ojos con los ojos, las mentes con las mentes, y El Grande abre la boca para entonar la suave melodía que es su discurso, y se acerca a él, e incluso se arrodilla, rindiéndole pleitesía, invirtiendo los roles, pues se trata de lúcidos, de demiurgos, de chamanes capaces de entender los secretos de la existencia, no son como los demás...ellos huyen de lo insustancial, ellos son artistas. Él no cabe en sí cuando llega a comprender...el que hay en frente suya, mirándole, desatando las cuerdas que le oprimen el pecho como de igual a igual...es El Grande...sus plumas vuelven a su lugar.

 

Él le entrega su carpeta, y El Grande la abre. Saca un ejemplar que escribió hace años, sí, lo conoce, se acuerda. Con el cuidado del algodón, abre sus tapas y deja escrito, como fuego en la misma piel de toro, gotas de sabiduría, lacerías de palabras.

 

Un apretón de manos es disimular ante gente corriente, y no está de más, pero es inútil darle más importancia frente a la lucha de titanes que acaban de tener, al sofoco del abrir mucho los ojos, al no me olvides nunca de un grande a otro grande, a un compartir de tesoros escondidos, complicidad...El Grande emprende el vuelo de la gaviota, al mar, de donde procede, y se lleva las espuelas de sus caballos que por placer le siguen.

 

Él abre las tapas, ya tranquilo, como si del abismo hubiera pasado a los elíseos en un instante fugaz, y como si escuchara en vez de voces agrias de puro y whisky un canto de cucos y a la luna meciendo al sol. En su libro está escrito el testigo : ahora te toca a ti ser El Grande.

                                                                                          -- Guille --

5 comentarios

Laura -

Realmente impresionante, una verdadera pasada. Si te lo propusieras llegarías muy lejos.

Elena -

Bonito, bonito y Graande; pero yo sigo entendiendo las cosas a mi manera:
Un grito de los q buscan exprimirle a la vida lo q tiene de arte para q les jodan a los banqueros y a los "grandes" q los frenan.

Espero q puedas hacerte el protagonista del cuento y te des cuenta de lo gRANDOTE q eres.

Un besito

Vicente -

Lo mejor que te he leído nunca, Guille. Es un poema en prosa. Muy Grande.
De mayor quiero poner las comas como tú

Nuria -

Alucinante. Ya te dije que me encantaba y me ha gustado muchísimo que lo hayas terminado. Me deja sin palabras, de verdad.

Margot -

Sabes lo que opino de ésta creación. Increíble.
Eres un puñetero artista y un jodido escritor de los pies a la cabeza.
Sabes,perfectamente, que algún día tú serás el Grande. Me alegro de que te decidieras a colgarlo, a pesar de esa "inseguridad" de la que me hablabas...sé que sabes que esto es bueno.....que TÚ eres bueno.

Te quiero pequeño poeta

Dulces sueños

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