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Rincón literario

Por tus 18*

Felicidades pequeño Guille, pasaste de ser un niño de grandes ideas a un poeta adolescente....y ahora sólo espero que con tus 18 te consagres como todo un escritor maduro, hecho y derecho.....que todos esos sueños y proyectos pasen de una libreta en un cajón, a un tomo de pastas duras expuesto en el escaparate de cualquier librería... Y sobre todo, nunca olvides a los que, tengas 18 19 20 o 100 años, estaremos ahí siempre....para admirarte, para quererte....o para reglarte historias....

Estaba esperando.

Permanecía inmóvil en aquella silla desvencijada, embriagada por el aroma del café recién hecho, dejándose llevar por las formas silueteadas del humo que desprendía la taza que había pedido.

Quería un cigarro, lo necesitaba. Buscó apresuradamente la pitillera de plata que le había robado a papá cuando estaba enfermo, y que él nunca reclamó.

Tratando de encenderlo se dio cuenta, del estúpido movimiento incesante de sus manos, que nerviosas, no lograban siquiera crear una llama contundente, sino unas míseras chispas que parecían reírse de ella.

Desistió, y lejos de apartar el cigarro de sus labios, se quedó con él en la boca preguntándose si ese sería el único tacto que recibiría aquella tarde.

No llegaba, el café continuaba llenándose de gente extraña que esbozaba sonrisas y contaba animadamente lo que habían hecho la noche anterior, de gente riéndose y gritando, de camareras agobiadas que se apresuraban con bandejas repletas de café y licor amargo; la bohemia era algo que siempre le había encantado, y  escuchar los ebrios relatos de gente desconocida que tenía como doctrina el gozo y el disfrute la hacía encandilarse aún más con aquella ciudad, con París.

Recordaba la primera vez que la había visitado, siendo niña, en un estúpido viaje que la trajo demasiadas ilusiones rotas así como risas y alegrías; él estaba allí y no se habían dado cuenta de su existencia, pasando inadvertidos el uno para el otro.

Esperar, esperar, esperar. Mirando la caída de las gotas por el cristal, observando como un par de ellas se unían para continuar juntas su camino hacia el vacío.

-Qué estupidez- pensó; cada día que pasaba se volvía más romanticona y odiaba ese aspecto de su personalidad. Siempre se había odiado, pero la debilidad, la jodida debilidad que ostentaba vestida del dramatismo y la comicidad de una película amorosa, era algo que no quería para si, y sin embargo allí estaba, dispuesta a protagonizar una de las escenas o más románticas, o más decadentes de su vida.

Observarse en el espejo de la polvera de nuevo le parecía un signo claro de alteración, la había visto en sus peores condiciones y aún así ella necesitaba simular una imagen perfecta en ese momento…-Las actrices de película siempre salen preciosas en el momento cumbre….No eres una actriz-…

Resoplando, moviendo con gracia el cigarrillo de la boca y la maldita cucharilla del café; aquella escena no parecía del todo cinematográfica cuando le vio en la puerta, mojado y con cara de gilipollas, tratando de entrar tras un grupo de artistas que posiblemente no sabían a quién estaban entorpeciendo. Llevaba al hombro una cartera, como si siguiera siendo un adolescente, probablemente repleta de libros y cuadernos con sus próximos best sellers, de bolígrafos roídos ante la inoportuna ausencia de las Musas, de paquetes de tabaco vacíos, de recuerdos…recuerdos que había ido acumulando de bar en bar, de ciudad en ciudad y de cama en cama.

-Maldita bohemia- pensó irónicamente…-de cama en cama como un estúpido artista, como el estúpido escritor que eres, gilipollas-.

Tenía un cigarro en la boca, encendido. El pelo mojado y los ojos del color azul de…de cualquier azul bonito, ya no podía ni pensar en comparaciones. Todavía llevaba aquel intento de perilla que a ella le encantaba, joder que si le encantaba, la tenía a sus pies.

En cuanto la vio, la echo una mirada de esas que lejos de derretirla la asqueaban.

La volvían irascible y vengativa, porque en el fondo ella sabía que moría por borrarle la sonrisa a mordiscos, por someterle quizá al yugo de un deseo y una pasión inconmensurables que ella misma sentía y detestaba.

Aquel idiota representaba todo lo que ella amaba y despreciaba, un bohemio escritor que conseguiría conquistar a cualquiera y que jamás se ataría a nadie y menos a una chica como ella. Le iba más el ron, las drogas, los amores imposibles…si, lo imposible, y sabía que a ella la tenía en la palma de la mano por mucho que su expresión de enfurruñada aparentara negarlo.

Se sacudió violentamente las piernas a fin de eliminar sin éxito el agua acumulada en los bajos de los vaqueros. Siempre con esas pintas de desaliñado –Joder qué puñeteramente sexy, arggggg-.

Inmediatamente, a su entrada, ella había dejado caer la cucharilla, el cigarro y su entereza, se había vuelto idiota y blanda, a pesar de tratar de esbozar un aire de enfado, que la hacía aún más ridícula de lo que era.

Se encaminó directamente hacia la mesa, y sorprendentemente la gente, parecía quitarse de su camino como si de alguien poderoso de tratara. Era cierto que estábamos hablando de alguien con cierta fama literaria, pero en aquel momento se refería más bien, a un camino libre que la gente había creado a fin de no alargar más una historia acabada en punto y aparte.

Ella sonrió, inevitablemente sonrió, cargándose por completo el escudo protector y el muro de defensa que había levantado –Maldita sea- se repetía…

Se sentó frente a ella, cogió el cigarro que había dejado caer de sus labios y lo colocó en su boca, reemplazando a la colilla humeante que le quedaba. En ese instante ella rió internamente, -Bien… si, ese es el contacto más directo que nuestros labios van a  tener esta tarde-. Sonriendo cual idiota, él ya estaba acostumbrado a contemplarla cuando ella tenía aquellas discusiones existenciales y filosóficas consigo misma, de tal manera que, a menudo, hubiera jurado que sabía perfectamente lo que pensaba.

Se echó hacia atrás con el cigarro ya encendido en la boca, y adoptó la postura desenfadada de siempre, con las piernas abiertas, como dando a conocer lo libre que era…lo libremente sexual que era.

-Hola…¿no?- dijo riendo entre dientes.

-Hola…

Y así pasaron cinco minutos, en silencio; ella se sentía cada vez más idiota ante la incapacidad de decir algo coherente e inteligente a su vez.

Él estaba divertido, presenciando aquel debate interno que ella libraba consigo misma, sabiendo que su silencio significaba nerviosismo, que el nerviosismo era deseo; un deseo que él se moría por utilizar a fin de lucrarse, aún sabiendo que aquello era malo para cualquiera de los dos.

-         Así que…me quieres, no lo entiendo. Creí que tan sólo éramos amigos; que yo hablaba tu contestabas, que tu opinabas y yo respondía, que tu tonteabas yo seguía el juego, yo te lanzaba indirectas y tu las continuabas. Voy a ser directo. ¿Estás enamorada de mí?

-         ¿qué mierda de pregunta es esa?

-         Cuéntame que pasa por tu cabeza pequeña.

En ese momento se astilló el último pedacito de orgullo y dignidad que a ella le restaban; se había lamentado al declararse millones de veces desde la noche anterior, pero no podía concebir que lejos de olvidar el tema, y dar una puñetera respuesta clara, el quisiera indagar en la herida en vez de dejarla curar sola o cerrarla a base de besos.

Cada día estaba más convencida de lo estúpida que era a su lado, de lo estúpida que era en general; siempre enamorada y embobada de los tipos más cabrones y más impasibles.

-         Eres  gilipollas, eso es algo que te he querido decir siempre. Todos los días… eres tremendamente idiota. Lo primero, me has tenido aquí esperando como si fuera una de tus jodidas fans de mierda durante media hora. Lo segundo, te tomas mis sentimientos como si te estuviera contando un chiste negro que quisieras desentrañar a fondo. Lo tercero, no me trates como a una idiota, ayer te dije que te quería. Por enésima vez esta semana, te dije que te quería. Así que si te quedas más a gusto si….Sí, estoy enamorada de ti.

Prepotente y arrogante, dio una calada al cigarrillo; haciéndola esperar, dudar; evitando contestarla o más bien meditando el tiempo que la haría aguardar su respuesta. Ella no podía más, había perdido la calma, las maneras, los estribos, había perdido la dignidad, la tranquilidad que da ocultar ciertos sentimientos, había perdido la posible fuerza que él podía ver en ella. De hecho, estaba perdiendo el tiempo.

Se levantó, cogió el bolso y la chaqueta, y ya de paso, el maldito cigarro que el balanceaba, igual que ella lo había hecho, en sus labios; dispuesta a salir por la puerta de aquel lugar que se había convertido en un escenario de teatro o en una pista de circo. Pero él la detuvo. Y cuando ella creyó que sería el momento del final glorioso sólo oyó…

-         Sabes, me encanta hablar contigo y tontear contigo; pero nunca me había planteado nada más allá de eso.

No lloró, para qué…no tenía ganas, ni siquiera corrió, mantuvo la poquísima compostura que le quedaba para salir a la lluviosa tarde parisina, calándose con el agua que jamás lograría limpiar la mierda que su historia llevaba escrita.

Esa era precisamente la historia que él no había sabido acabar como era debido, la que ni siquiera había gozado de un principio porque él no había tenido el valor de probar a escribir….un género nuevo. Era feliz con su vida tal y como era, y no le apetecía plantearse qué sería  de su camino si lo llevara a cabo junto a ella.

Y ella lo sabía….sabía que para él no era nada más que una amiga, y que ni siquiera iba a considerar la posibilidad de que aquello cambiara.

Sólo le quedaba repetirse a si misma –Lo has hecho, has sido sincera contigo misma- Pero de qué valía la jodida sinceridad si aquella noche iba a acostarse de nuevo estando sola; de qué valía la sinceridad en un mundo en el que ella misma necesitaba mentirse para sobrevivir.

De qué valían las declaraciones de amor, si no te dejaban vivirlo.

Hubiera preferido continuar viviendo con la duda, o quizá no; en aquel momento no podía pensar con ninguna claridad. Le temblaban las manos, la boca, las piernas; trataba de correr por las adoquinadas calles de Montmartre con zapatos de tacón sobre un suelo encharcado.

Aún así siguió corriendo y corriendo. La gente miraba extrañada a aquella chica enloquecida y entristecida, que había decidido salir corriendo lo más lejos posible a fin de huir de si misma y de todo lo que sentía.

Después de una hora corriendo como viento que lleva al diablo, se sentó en un banco de un pequeño parque perdido, dejándose golpear por las duras gotas de lluvia que del cielo caían asemejándose a los puñales de la una realidad que la martirizaba en aquel momento. Estúpida, se sentía estúpida. Había creído que un final de cuento de hadas era posible, de hecho, habría creído que aún corriendo hacia ninguna parte, el estaría tras de ella cuando parara, para agarrarla de la cintura y darla un beso de película.

-No existen los amores de cine, a ver cuándo te entra en la cabeza-. No le entraba, ella lo sabía, no era consciente de que el destino no la tenía preparado finales felices; sino caída tras caída, huída tras huída y amores imposibles seguidos de otros más inverosímiles aún.

Las lágrimas se entremezclaban con el sudor de su frente y el agua de lluvia, a lo lejos podía ver a la gente correr para resguardarse.

Estaba cansada, no solo de recibir un “no” por respuesta, sino de ilusionarse, de que ni siquiera nadie se planteara que podía hacer feliz a otra persona, de que nadie pareciera darse cuenta de que se trataba de una mujer, una chica; una, todavía, adolescente, que buscaba vivir un sueño. Sabía que no pasaba sin más por los corazones de los demás, pero estaba cansada de ser tan solo la amiga, tan solo un teléfono de la esperanza; necesitaba ahora que se dieran cuenta de que podía amar, necesitaba ser amada.

Decidió levantarse de aquel banco, tratando de volver a encarnarse en un ser humano y de abandonar aquella morfología y comportamiento de espectro que adoptaba cuando, por enésima vez consecutiva, las cosas no salían bien.

Se acordó, de los cientos de servilletas que la noche anterior había ido empleando para escribir la declaración de amor más bonita que nadie hubiera pronunciado en la vida, o al menos la más sincera. Se acordó de las tres o cuatro horas que había mirado aquellos papeles, como si esperara a que ellos solos pronunciaran el discurso que llevaban escrito.

Sabía perfectamente que aquellas palabras, eran solo para ella; no se atrevería jamás a decir algo así y mucho menos cuando la probabilidad de éxito era tan ínfima, y mucho menos ahora que ya había perdido.

“- Ahora no me apetece hablarte de amor; no me apetece hablar sobre lo perfecta y feliz que sería tu vida si trataras de unirla a la mía, no me apetece ni siquiera escucharme decir un montón de idioteces de mi boca; ¿sabes?, lo que me apetece es besarte, dejar de mostrar mis sentimientos con sonrisas y miradas y pasar a la acción, dejar de decirte “te quiero” para llevarte a la cama y demostrarte cuan fiero es el amor entre las sábanas, dejar de hablarte de quimeras, fantasías y sueños; para vivir el nuestro.

He tratado por todos los medios de cortar lo que siento de raíz, sabiendo que, no me conduciría a ninguna parte quererte como lo hago. He intentado olvidarte, u olvidar la parte de mi que no puede dejar de pensarte; pero me ha sido en vano.

Me he sentado, y esperado a que esta enfermedad se me pasara; pero, aunque suene estúpido, la única cura supongo que es un beso.

Me he gritado lo estúpida que soy para ver si así reaccionaba y me daba de bruces con la realidad antes de que me la presentaras tú de golpe y porrazo.

Pero no puedo….digamos, pasar de ti, e ignorarte; o más bien no puedo ignorar que…te quiero; he tratado de huir de los pensamientos que nos encierran a ti y a mi en un final de novela….pero no puedo, no puedo pasar, no puedo dejarlo porque, me eres inevitable.

Y estoy, inevitablemente, enamorada de ti.-“

 

6 comentarios

Vicente Camarasa -

Ya te lo dije... Me parecía que yo no tenía que opinar, pero me parece precioso.
A veces tu corazón es tan grande que te hace daño

Laura -

No es un asco, es preciosa. Me encanta el ambiente trágico y bohemio.
Besos

Cris Xococrispip -

Ooooooohhhhhhhhhh!! es muuuuuuuuyy bonita Mel!!!sí sí sí!!me encanta.. ahora mi pequeña historia parecerá una merdecilla... bueno, en realidad lo es...

FELICIDADES GUILLE!!!

Guille -

Tienes dos cojones bien puestos...y por eso te quiero, muchísimas gracias a tí por escribir esto y a margot por vivirlo, aunque la niebla disipe o, al menos, confunda, todo lo que en aquel barrio lluvioso pasó.
Tq melin

Nuria -

Que es preciosa, que me encanta, que adoro como escribes...si ya lo sabes todo! pero me hace ilusión que cuelgues esta historia tan bonita de la que tuve la suerte de ver crecer poco a poco (al final tampoco ha quedado tan larga, no??)
Dale un beso de mi parte a margot xD

Melinda -

Vale, ésto es más largo que un día sin pan lo sé....pero al nene se le antojó que lo colgará...supuse que me desheredaría si no lo hacía así que aquí lo tienes baby.
A los demás....leéroslo...se que es un asco y que es largo como el solo pero....os quiero y eso XDDD